Continuamos con la vida de Belgrano:
En 1793 se recibió de abogado y al año siguiente, ya en Buenos Aires, asumió como primer secretario del Consulado. Tenía sólo 23 años. Traía un impulso reformador muy propio de los ilustrados de ambos lados del océano Atlántico. Con el alma llena de sueños, se propuso fomentar la educación, capacitar a la gente para que aprendiera oficios y pudiera aplicarlos en beneficio del país. Con esto como objetivo, creó Escuelas de Dibujo, de Matemáticas y Náutica. Desde España mandaron cerrarlas, pues las consideraron un lujo que no valía la pena para la región. No hizo falta mucho más para que Belgrano rechazara al monopolio español y sus impulsos lo pusieron permanente conflicto con los vocales del Consulado. Todos ellos eran grandes comerciantes con intereses en el comercio monopólico con Cádiz y no querían saber nada de cambiar su situación. Belgrano, en cambio, era admirador del librecambismo inglés y sostenía por entonces lo siguiente: "El comerciante debe tener libertad para comprar donde más le acomode, y es natural que lo haga donde se le proporcione el género más barato para poder reportar más utilidad". Y sobre el rechazo español a las escuelas en el Río de la Plata postuló: "no podía menos que disgustar a los que fundaban su interés en la ignorancia y el abatimiento de sus naturales".
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